NO
BASTA UNA POLÍTICA DE OPINIONES, NECESITAMOS UNA POLÍTICA DE RESULTADOS TANGIBLES
Por:
Romamy Miranda Gutiérrez
En tiempos de corrupción es cuando más leyes se dan.
Étienne Bonnot de Condillac
¿NOS
HEMOS vuelto más
corruptos o simplemente está saliendo al aire más información? Hay buenas
razones para pensar que esto último es lo que está pasando.
Cómo
creer que en México no hay impunidad si vemos que ex gobernadores acusados de
enriquecimiento ilícito y de desviar millones de pesos, no pueden pisar la
cárcel o son enviados a hospitales privados que más parecen hoteles de lujo.
Cómo
confiar en los partidos políticos que a
nivel nacional se niega a investigar las denuncias de sus propios militantes en
contra de senadores y diputados sobre moches y extorsiones a presidentes
municipales, a cambio de obras y partidas presupuestales extraordinarias o algunos
señalados por pornografía infantil, narcotráfico,
etc.
En qué
país que se precie de democrático los cómplices o socios del gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre Rivero, -
el presidente municipal y su esposa tenían antecedentes claros de relación con
el crimen organizado - ; en lugar de ser procesados se convierten en aliados.
Ahora
resulta que el mandatario Aguirre Rivero propuso someter la permanencia en el cargo del primero
a una consulta popular organizada por el Instituto Nacional Electoral…. ¡What!
Que
alguien me explique; porque el INE no puede realizar una consulta sobre
revocación de mandato, pues esta figura no existe en el marco jurídico en la
materia.
Ésta es
la política mexicana, la que carece de humildad porque es más rentable la
complicidad. La que condena ejecuciones y piensa que en el perdón está la
solución. Política indefensa ante la crisis de inseguridad, ante la pobreza y
desigualdad. Política exhibida en sus principios y degenerada en sus fines.
Política sin oficio, de vagos protagonismos y falsos antagonismos. Política que
prefiere ser reactiva sin asumir estrategias preventivas, política de aplausos
simulados y compromisos distorsionados, política de chantaje y maquillaje.
Vamos
acostumbrando la mirada al dolor. Ajustes de cuentas, masacres, desaparecidos,
secuestrados. Nos retraemos por la perversidad de quienes han condicionado la
libertad. Nos conformamos con llamados de unidad y olvidamos reformas de
calidad. Inmersos en la mediocridad legislativa e institucional, preferimos la
promoción personal, como si la verdadera representatividad surgiera del
espectáculo electoral, como si la política viviera del rating, y el electorado
fuera un simple espectador que tiene que conformarse y acostumbrarse al guión
del populismo y a la actuación del más simple de los pragmatismos.
Lo que
no nos damos cuenta es que mientras ejercemos la política del capricho perdemos
no sólo el tiempo, perdemos generaciones. Mientras complacemos a la frivolidad
política el sistema de pensiones en el Seguro Social y el ISSSTE se encuentra
en estado crítico. Somos cómplices de la política de la inmediatez, que busca
encubrir los defectos del Estado mexicano a base de palabras de aliento más que
con acciones de derecho. Queremos enaltecer el valor de la conciliación cuando
la delincuencia ha fragmentado el tejido social, queremos transmitir seguridad
y, por otro lado, dependemos de la política especulativa.
Degradamos
la palabra, la convertimos en insulto, perdemos espacios ante el crimen porque
aislamos la inteligencia de la actividad pública. Nos conformamos con sentirnos
demócratas, cuando en realidad poco entendemos de lo que en verdad representa
asumir ese término.
No hemos
sido capaces de entender que la política es la herramienta para crear un
sistema de gobierno estable, con cierto orden establecido. Queremos destruir
toda forma de oposición, y no visualizamos el riesgo de seguir consintiendo la
inmovilidad política.
Insisto.
Tenemos una política de revanchismos, y amenazas. Política que evade la
responsabilidad, que en el intento de ganar popularidad se hunde en la sombra
del desprestigio. Política de conformismos, de dejar pasar para dejar de hacer.
Política de envidias, de confrontación personal y de exclusión argumental.
Política de fracasos, de políticos soberbios y discursos demagógicos.
No basta
una política de opiniones, necesitamos una política de conclusiones, de
resultados tangibles. Una política decente, que sostenga la razón como
obligación, y que deje de esconder tanta bajeza, tontería y maldad bajo la
máscara de la supuesta vergüenza política.
Si
fuiste testigo de un acontecimiento y quieres denunciar algo o compartir tu
punto de vista sobre un tema, entonces envía tu aportación y lo publicamos.
Gracias por sus comentarios
romamym@yahoo.com
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