ESE
ES EL PROBLEMA: “NO ENTIENDEN”
Por:
Romamy Miranda Gutiérrez
Sin
libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada.
José
Luis Sampedro
LA
DEFENSA de la
libertad en un país donde es un bien asediado no es una labor sencilla; al
contrario.
¿Sabías
que el 60% de las agresiones contra periodistas han sido cometidas por
servidores públicos?, ¿sabías que el 2014 ha sido el año más peligroso para ser
periodista desde el 2007?, ¿sabías que existe una organización llamada Article
19 que ha recabado información y que
tiene por objetivo ayudar a que reciban la atención urgente que merece y aún más, la
solución que necesita en todo el mundo?, y lo que es más importante: ¿por qué
debería importarte todo esto?
México
puede ser distinto si nos organizamos. Hemos perdido la costumbre de
imaginarlo, hemos perdido las ganas de concebirlo. Nos han dicho que lo nuestro
es callar, obedecer, agacharnos, aceptar que todo conflicto que vulnera a la
democracia es un “tema entre particulares”.
Las
agresiones contra los derechos humanos deben ser prioridad de todos. En primer
lugar, se trata de un asunto de solidaridad social: una agresión contra uno
debe ser, por principio de humanidad, una agresión contra todos. Si tu noción del bien no es la más romántica
del mundo (lo que no está mal), esto también te compete por una sencilla razón:
ahí donde sean violentados los derechos de uno, pueden ser violentados los de
cualquiera, incluyéndote.
Esto,
sin embargo, no es todo. Más urgente resulta el hecho de que, al violentar los
derechos de los comunicadores, reporteros, redactores, editores y lectores, se
están atacando, de hecho los tuyos
también. Cuando la verdad no puede salir a la luz, deja tras de sí un espacio
en el que el crimen impune es posible. En otras palabras, la información es
nuestra principal defensa y perderla es abrir la puerta a abusos verdaderamente
peligrosos. Por este motivo ella misma es un derecho fundamental.
Tiene
razón Lorenzo Meyer. El país no debería ser así. Tendría que haber libertad y
entonces los medios podrían competir entre sí para ver quién produce el mejor
noticiario o la mejor nota o quizás el mejor reportaje. Pero no es así.
Realmente
no entiendo que está pasando no solamente en Quintana Roo sino en todo el país.
El presidente y los gobernadores – de cualquier partido político- no entienden que es la libertad de
expresión y ese es el problema. Por eso
vemos que sus directores de prensa
pueden hablar a editores de periódicos y decir –ante una nota incómoda–: “Ya
habíamos quedado en algo. ¿Qué está pasando? Por favor, hazte cargo”. Mientras
distribuyen comunicados diciendo que “el gobierno ha respetado el ejercicio crítico y
profesional del periodismo (…)”.
Cada
periodista asesinado debería ser un recordatorio; cada comunicador asediado
debería ser un llamado de atención. En México y en Quintana Roo, la libertad de
expresión no es una realidad celebrada sino un anhelo incumplido.
Por
desgracia los quintanarroenses no van a terminar de transitar hacia una democracia
plena si no cuenta con una prensa crítica, plural y capaz de cuestionar todo,
porque ese es justamente su trabajo: darle voz a las distintas visiones que hay
sobre la realidad, así como promover el diálogo y el debate franco entre los
ciudadanos y entre los distintos actores del poder.
Los
periodistas son víctimas cada vez más visibles más no las únicas, y por eso
habrá que aprender a desaprender. Habrá que rechazar los mapas mentales del
autoritarismo, en el cual, patriotismo significaba obediencia, mujer
significaba sumisión, religión significaba prejuicio, periodista significaba
alguien a quien era deseable silenciar. Habrá que rechazar la intolerancia y
activar una alarma social en su contra, de no ser así, la sociedad seguirá ciega y sorda ante la
diseminación de sus cánceres
Por una
empatía con la vida, pero también por una defensa de nuestros propios derechos
a la información y a la seguridad, es de vital importancia actuar en defensa
del periodismo a través de todos los mecanismos que tengamos a la mano.
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