05 agosto 2015

“NO ENTIENDEN”

ESE ES EL PROBLEMA: “NO ENTIENDEN”



Por: Romamy Miranda Gutiérrez


Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada.
José Luis Sampedro




LA DEFENSA de la libertad en un país donde es un bien asediado no es una labor sencilla; al contrario.

¿Sabías que el 60% de las agresiones contra periodistas han sido cometidas por servidores públicos?, ¿sabías que el 2014 ha sido el año más peligroso para ser periodista desde el 2007?, ¿sabías que existe una organización llamada Article 19 que ha recabado  información y que tiene por objetivo ayudar a que reciban  la atención urgente que merece y aún más, la solución que necesita en todo el mundo?, y lo que es más importante: ¿por qué debería importarte todo esto?

México puede ser distinto si nos organizamos. Hemos perdido la costumbre de imaginarlo, hemos perdido las ganas de concebirlo. Nos han dicho que lo nuestro es callar, obedecer, agacharnos, aceptar que todo conflicto que vulnera a la democracia es un “tema entre particulares”.


Las agresiones contra los derechos humanos deben ser prioridad de todos. En primer lugar, se trata de un asunto de solidaridad social: una agresión contra uno debe ser, por principio de humanidad, una agresión contra todos.  Si tu noción del bien no es la más romántica del mundo (lo que no está mal), esto también te compete por una sencilla razón: ahí donde sean violentados los derechos de uno, pueden ser violentados los de cualquiera, incluyéndote.

Esto, sin embargo, no es todo. Más urgente resulta el hecho de que, al violentar los derechos de los comunicadores, reporteros, redactores, editores y lectores, se están atacando, de hecho  los tuyos también. Cuando la verdad no puede salir a la luz, deja tras de sí un espacio en el que el crimen impune es posible. En otras palabras, la información es nuestra principal defensa y perderla es abrir la puerta a abusos verdaderamente peligrosos. Por este motivo ella misma es un derecho fundamental.

Tiene razón Lorenzo Meyer. El país no debería ser así. Tendría que haber libertad y entonces los medios podrían competir entre sí para ver quién produce el mejor noticiario o la mejor nota o quizás el mejor reportaje. Pero no es así.

Realmente no entiendo que está pasando no solamente en Quintana Roo sino en todo el país. El presidente y los gobernadores – de cualquier partido político- no  entienden que es la libertad de expresión  y ese es el problema. Por eso vemos que  sus directores de prensa pueden hablar a editores de periódicos y decir –ante una nota incómoda–: “Ya habíamos quedado en algo. ¿Qué está pasando? Por favor, hazte cargo”. Mientras distribuyen comunicados diciendo que “el gobierno  ha respetado el ejercicio crítico y profesional del periodismo (…)”.

Cada periodista asesinado debería ser un recordatorio; cada comunicador asediado debería ser un llamado de atención. En México y en Quintana Roo, la libertad de expresión no es una realidad celebrada sino un anhelo incumplido.

Por desgracia los quintanarroenses  no van  a terminar de transitar hacia una democracia plena si no cuenta con una prensa crítica, plural y capaz de cuestionar todo, porque ese es justamente su trabajo: darle voz a las distintas visiones que hay sobre la realidad, así como promover el diálogo y el debate franco entre los ciudadanos y entre los distintos actores del poder.

Los periodistas son víctimas cada vez más visibles más no las únicas, y por eso habrá que aprender a desaprender. Habrá que rechazar los mapas mentales del autoritarismo, en el cual, patriotismo significaba obediencia, mujer significaba sumisión, religión significaba prejuicio, periodista significaba alguien a quien era deseable silenciar. Habrá que rechazar la intolerancia y activar una alarma social en su contra, de no ser así,  la sociedad seguirá ciega y sorda ante la diseminación de sus cánceres


Por una empatía con la vida, pero también por una defensa de nuestros propios derechos a la información y a la seguridad, es de vital importancia actuar en defensa del periodismo a través de todos los mecanismos que tengamos a la mano.

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